¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una respuesta emocional normal, la experimentamos cuando nos enfrentamos a situaciones estresantes o que nos suponen una amenaza. Es una parte natural de la respuesta de lucha o huida del cuerpo y se activa cuando se percibe un peligro. Puede ser beneficiosa en ciertas circunstancias, ya que nos puede ayudar a prepararnos para lidiar con situaciones desafiantes.
¿Cuándo nos puede perjudicar la ansiedad?
Cuando se vuelve excesiva, persistente o se dispara en situaciones que no representan una amenaza real, puede convertirse en un trastorno de ansiedad. Esto nos puede afectar a nuestra vida diaria, interferir con nuestras actividades normales y causarnos un malestar significativo.
¿Qué trastornos de ansiedad se pueden sufrir?
Algunos ejemplos de trastornos de ansiedad incluyen:
- Trastorno de ansiedad generalizada (TAG): caracterizado por una preocupación excesiva y persistente sobre una amplia variedad de temas, incluso cuando no hay una amenaza real presente.
- Trastorno de pánico: se caracteriza por ataques de pánico repentinos y abrumadores, acompañados de síntomas físicos intensos como palpitaciones, sudoración y dificultad para respirar.
- Trastorno de ansiedad social: se experimenta un temor intenso y persistente a situaciones sociales o de rendimiento, lo que lleva a la evitación de tales situaciones.
- Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): caracterizado por pensamientos obsesivos recurrentes y comportamientos compulsivos repetitivos que la persona siente que debe realizar para aliviar la ansiedad.
- Trastorno por estrés postraumático (TEPT): se produce después de una experiencia traumática y se caracteriza por síntomas como recuerdos intrusivos, pesadillas, hipervigilancia y evitación de recordatorios del trauma.
- Trastorno de ansiedad por fobias específicas: implica un miedo intenso y desproporcionado a objetos o situaciones específicas, como arañas, aviones o alturas.
Ante problemas relacionados con la ansiedad, ¿puede ayudar una terapia psicológica?
Sí, una terapia que tenga como objetivo rebajar los niveles de ansiedad puede ser altamente efectiva. En concreto, la terapia cognitivo-conductual se ha demostrado como uno de los enfoques más eficaces para el tratamiento de este tipo de problemas. La terapia aborda la problemática de diversas formas:
- Identificación de pensamientos irracionales: la terapia cognitivo-conductual ayuda a la persona a identificar y afrontar pensamientos automáticos que contribuyen a la ansiedad. A menudo, las personas con ansiedad tienen patrones de pensamiento que contribuyen a agravar sus síntomas. La terapia ayuda a cambiar estos patrones de pensamiento negativos.
- Aprendizaje de habilidades de afrontamiento: la terapia enseña habilidades de afrontamiento efectivas para lidiar con la ansiedad. Estas habilidades pueden incluir técnicas de relajación, respiración profunda, resolución de problemas y aprendizaje sobre cómo enfrentar las situaciones que generan ansiedad de manera gradual y controlada.
- Exposición gradual: en casos de trastornos de ansiedad específicos la terapia puede incluir la exposición gradual a las situaciones o elementos que generan ansiedad. Esto se hace de una manera controlada y segura para ayudar a la persona a desensibilizarse de sus miedos.
- Manejo del estrés: la terapia también puede ayudar a las personas a identificar fuentes de estrés en sus vidas y desarrollar estrategias efectivas para manejarlo. Esto puede incluir cambios en el estilo de vida, la gestión del tiempo y el establecimiento de límites.
- Prevención de recaídas: la terapia no sólo se enfoca en aliviar el malestar actual, sino que también ayuda a prevenir recaídas futuras. Los pacientes aprenden a reconocer las señales tempranas de ansiedad y a aplicar las estrategias de afrontamiento antes de que los síntomas empeoren.
Al tener ansiedad, ¿qué síntomas físicos podemos tener?
La ansiedad puede manifestarse en el cuerpo de diversas maneras, ya que es una respuesta natural del organismo ante situaciones de estrés o peligro percibido. Estos son algunos de los síntomas físicos y sensaciones comunes que las personas podemos experimentar cuando sentimos ansiedad.
- Palpitaciones: el corazón puede latir más rápido o de manera irregular debido a la respuesta del sistema nervioso al estrés.
- Sudoración: puede desencadenarse una sudoración excesiva, incluso en las palmas de las manos o en las axilas.
- Temblores: algunas personas pueden experimentar temblores en las manos o en otras partes del cuerpo debido a la activación del sistema nervioso.
- Sensación de falta de aire o dificultad para respirar: la respiración puede llevar a una respiración rápida y superficial, lo que puede hacer que la persona se sienta como si le faltara el aire.
- Opresión en el pecho: la tensión muscular y la ansiedad pueden dar lugar a una sensación de opresión o malestar en el pecho.
- Náuseas o malestar abdominal: la ansiedad a veces puede afectar al sistema gastrointestinal, causando malestar estomacal, náuseas o incluso diarrea.
- Mareo o desmayo: algunas personas pueden experimentar mareos o sensación de desmayo debido a cambios en la presión arterial y el flujo sanguíneo causados por la ansiedad.
- Tensión muscular: la ansiedad puede llevar a la tensión muscular, lo que puede provocar dolores musculares, rigidez o incluso espasmos.
- Boca seca: es un síntoma común de la ansiedad debido a la reducción de producción de saliva.
- Temblores o sensación de debilidad: las personas pueden sentir temblores en las extremidades o una sensación general de debilidad debido a la activación del sistema nervioso simpático.
- Sensación de nerviosismo o inquietud: la ansiedad a menudo se asocia con este tipo de sensaciones de forma generalizada.
- Insomnio o dificultad para conciliar el sueño: la ansiedad puede hacer que sea difícil relajarse y conciliar el sueño, lo que puede llevar al insomnio.
Es importante destacar que los síntomas de la ansiedad pueden variar ampliamente de una persona a otra, y no todas las personas experimentarán todos estos síntomas.
¿Qué es un ataque de pánico?
Un ataque de pánico, también conocido como crisis de angustia, es un episodio repentino e intenso de ansiedad que se caracteriza por la aparición abrupta de síntomas físicos y emocionales intensos. Estos ataques pueden ser aterradores y debilitantes, y a menudo se desarrollan rápidamente, alcanzando su punto máximo en cuestión de minutos. Los síntomas más comunes de un ataque de pánico pueden incluir:
- Palpitaciones rápidas o irregulares.
- Dificultad para respirar o sensación de falta de aire.
- Sudoración excesiva.
- Temblores o sacudidas.
- Presión o dolor en el pecho.
- Mareo o sensación de desmayo.
- Náuseas o malestar estomacal.
- Sensación de irrealidad o de estar desconectado de la realidad (despersonalización).
- Sensación de miedo o pánico abrumador.
- Miedo a perder el control o a volverse loco.
- Miedo a morir.
Los ataques de pánico pueden ocurrir en respuesta a situaciones estresantes o desencadenantes, pero también pueden surgir sin una razón aparente. Las personas que experimentan ataques de pánico a menudo sienten un temor intenso a la recurrencia de estos episodios, lo que puede contribuir a un aumento de los niveles de ansiedad.
Es importante destacar que los ataques de pánico no son lo mismo que el estrés ocasional o la ansiedad normal que todos experimentamos en ciertas situaciones. Los ataques de pánico pueden interferir significativamente en la vida diaria y pueden requerir tratamiento, siendo el que más evidencia científica ofrece la terapia cognitivo conductual.
Para saber más:
Guía para la gestión de la ansiedad